Cada vez que tus ojos me miran sin conocerme, mi alma se resquebraja como un tronco seco. Pero tengo que ser rama verde para sostener tu brazo tembloroso y llevarte con paso firme a esta casa nuestra que ya no crees tuya. Los años que pasamos juntos se han perdido en el misterio de tu mente. Y yo he desaparecido con ellos hasta convertirme en una extraña. Pero sigo viendo al amado cuando salgo a tu encuentro cada día. Tus ojos son mi todo, aunque ya no me miren y escudriñen la nada a mis espaldas. De alguna forma regresamos al hogar y sobrevivimos juntos las penurias aunque vivamos en mundos diferentes que apenas se encuentran. Mis lágrimas se estrellan en el asombro, porque ya te echo de menos y tu aún no has cruzado la última frontera. Eres el recuerdo vivo de todo lo que he perdido y la presencia desgarrada de todo lo que me queda. Veo tus rasgos amados buscando otras manos en la lejanía donde habitan tus recuerdos y acaricio con las mías tu piel curtida a mi lado. A veces me parece ver brillar tu mirada como si supieras que estoy contigo. O quizá tu boca esboza su dulce sonrisa en respuesta a quién sabe qué fantasía. Entonces yo atesoro esa luz como un niño que caza luciérnagas en la noche oscura del jardín íntimo para retener su destello en un frasco de cristal. Sé que pronto escaparán volando y me quedaré de nuevo a ciegas en el universo imprevisible de nuestras almas atribuladas Tu te alejas paso a paso hacia las tinieblas donde imaginas estrellas y yo procuro adivinar tus sueños mientras te arropo llorando una nana. ¡Quién pudiera ir contigo a tu mundo roto y recomponerlo por un instante para poder fundirnos en un beso! Por todos aquellos que nos han faltado, amado mío, desde que te perdí.
Leave a Reply