Desde que te perdí
Desde que te perdí

Desde que te perdí

Cada vez que tus ojos 
me miran sin conocerme,
mi alma se resquebraja
como un tronco seco.

Pero tengo que ser rama verde
para sostener tu brazo tembloroso
y llevarte con paso firme
a esta casa nuestra que ya no crees tuya.

Los años que pasamos juntos
se han perdido en el misterio de tu mente.
Y yo he desaparecido con ellos
hasta convertirme en una extraña.

Pero sigo viendo al amado
cuando salgo a tu encuentro cada día.
Tus ojos son mi todo, aunque ya no me miren
y escudriñen la nada a mis espaldas.

De alguna forma regresamos al hogar
y sobrevivimos juntos las penurias
aunque vivamos en mundos diferentes
que apenas se encuentran.

Mis lágrimas se estrellan en el asombro,
porque ya te echo de menos
y tu aún no has cruzado
la última frontera.

Eres el recuerdo vivo
de todo lo que he perdido
y la presencia desgarrada
de todo lo que me queda.

Veo tus rasgos amados
buscando otras manos en la lejanía
donde habitan tus recuerdos
y acaricio con las mías tu piel curtida a mi lado.

A veces me parece ver brillar tu mirada
como si supieras que estoy contigo.
O quizá tu boca esboza su dulce sonrisa
en respuesta a quién sabe qué fantasía.

Entonces yo atesoro esa luz
como un niño que caza luciérnagas
en la noche oscura del jardín íntimo
para retener su destello en un frasco de cristal.

Sé que pronto escaparán volando
y me quedaré de nuevo a ciegas
en el universo imprevisible
de nuestras almas atribuladas

Tu te alejas paso a paso
hacia las tinieblas donde imaginas estrellas
y yo procuro adivinar tus sueños
mientras te arropo llorando una nana.

¡Quién pudiera ir contigo
a tu mundo roto
y recomponerlo por un instante
para poder fundirnos en un beso!

Por todos aquellos
que nos han faltado,
amado mío,
desde que te perdí.


Espacio para ideas y comentarios

Descubre más desde Desde la plaza de san francisco

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo