Suena el rugido de los motores horadando el asfalto negro mientras yo aguzo el oído para escuchar un delicado trino colgado de una rama quebrada. Me sobrepasan a empujones caminantes envueltos en prisas hablando solos a sus auriculares mientras yo intento contar historias a viva voz, tranquilamente, para mis amigos. Brillan las pantallas de colores mientras yo paso las hojas de papel al ritmo pausado de los árboles que se escapan al otro lado de las ventanillas del tren. Llevo en el alma las heridas que dejaron a su paso las burlas y los golpes de los que querían imponer rutas uniformes. Pero como la hoja verde pálida que emerge, terca, en un campo de hiedra oscura, de alguna forma, que aún no logro explicarme, he sobrevivido en mi rebeldía.
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