Las gotas de lluvia
se estrellan en mi cristal
para resbalar tristes
como lágrimas grises
por la ventana.
Distorsionan
el paisaje familiar
de formas y colores
llenos de reflejos
que vive a la intemperie
al otro lado
de mi cómoda
guarida.
Los columpios
se mecen vacíos.
Sólo el viento,
invisible pero sólido,
juega con ellos.
Buenos días,
plaza de mi vida.
Seguiré pisando
tus losas brillantes
y mirando en ellas
el reflejo de tus colores
aunque mi corazón llore
como el cielo
en días de nubes negras
y escalofríos,
cuando la tentación
empuja a buscar refugio
detrás del agua.
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