A veces creemos que la hemos perdido
para siempre
en mil tropiezos y amarguras
que el tiempo amontona
sobre nuestras espaldas
doloridas.
Nos da miedo la fantasía
porque estamos demasiado cubiertos
de heridas reales.
Nos han robado la imaginación
con la avalancha de imágenes fabricadas
por la industria de la mentira.
Y sin embargo, basta una mirada inocente
que aún no conoce el mal,
que puede imaginar
mundos fantásticos
y asombrarse con una ilusión,
para despertar
en el fondo del alma
esa infancia que creíamos perdida.
Y ponernos a jugar
con los que aún la estrenan
a los regalos que vienen de Oriente
volviendo al país de la inocencia,
de las miradas limpias
y de la alegría.
(Dedicado a todos los pequeños y a sus padres que pasaron por mi plaza, felices después de recibir a los Reyes Magos en el Portal de Francia de Pamplona y me levantaron el ánimo con su bullicio y la luz de sus miradas. )
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