Las torres de mi barrio
compiten cada domingo
en su sinfonía de bronce templado
y tañido en diferentes alturas
a diversas distancias
de mi plaza
Marcan las horas, los cuartos,
las medias, como cada día.
Cuando toca misa mayor,
redoblan en un revuelo sonoro
que suena a fiesta
alegre.
San Cernin, San Nicolás,
la Catedral…
Y se une el carillón de San Lorenzo
que entona día y noche
“a San Fermín venimos…”
sea el día que sea
haga frío o calor.
San Fermín,
paciente en su baldaquino,
espera a que vayamos,
con éxito.
No es fácil verlo solo.
A veces, durante la semana,
las campanas se ponen serias
y tocan a deshora
despacio, tristemente.
Despiden a alguno de los nuestros
que se va al otro lado
de la vida.
Son tantos los que han partido
al son de sus centenarias voces
que sólo queda esperar
a que lleguen muchas más
vidas nuevas a nuestro barrio
para que las campanas
puedan seguir celebrando
la historia de los que aquí moramos
y casi nunca necesitamos reloj
porque contamos las horas
a su ritmo preciso, sonoro y bello.
(En la Foto, los campanarios de la Catedral vistos dese la torre de San Cernin)
Leave a Reply