Pequeña y silenciosa
me trae la naturaleza
a mi mundo artificial
de papel, metal y madera.
Convive con cables
enchufes y dispositivos
en la misma mesa
gobernada por mi caos.
Y le da un punto de vida
aunque esté cautiva
atada a su pequeño
coto de de tierra envasada.
Parece feliz,
porque cada día cambia
y crece erguida
humilde y sencilla.
Yo no le hablo:
le canto con voz cascada
y le toco melodías bellas
enmascaradas por mi violín principiante.
Pero a ella
parece no importarle
que la música no sea
perfecta.
Advierte
la armonía oculta
que lleva dentro
de mis deseos.
Y desde su rincón
de la mesa
me trae el saludo
de la naturaleza
a las cuatro paredes
de mi habitación
llena de proyectos,
recuerdos y esperanza.
Dedicada a la plantita que adorna mi mesa de trabajo
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