El sol brilla espléndido
sobre mi paisaje multicolor
pero las sombras del dolor
cubren ominosas
las rendijas de mi corazón.
Qué difícil es brillar
como el día prístino
cuando el alma
está en pena.
La música de mi vida
discurre compuesta
en tono menor.
Y no me importa,
porque es bella
y llena de matices
que me hacen imposible
perder la capacidad
del asombro.
Si hoy hay dolor,
mañana llegará la alegría
y volveré a sonreír
a juego con el color de la mañana
azul y luminosa.
Pero yo sigo esperando
a que un día llegue
el compás mágico
que cambie el tono
de mi melodía
y me lleve de la mano,
como un vals de ritmo vivaz,
hasta más allá de mis sueños.
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