Despliegas tu voz cantarina
desde las alturas
y oigo tu música increíble
en mil tonos alegres
que algunos compositores
han querido imitar
logrando melodías geniales
pero sin acercarse 
a tu vivaz belleza.

Sé donde estás: 
tu canto te delata.
Pero siempre te escapas
cuando intento descubrir
tu pequeña silueta tímida
que juega conmigo
al escondite
entre las ramas
de los árboles cotidianos.

Por el suelo picotean las palomas
los restos que encuentran.
En los bancos, lejos de ellas,
 juguetean alegres
los humildes gorriones 
lanzando sus agudos trinos.
Pero tu cantas y te escondes
como un bandido de la música viva.

Ayer te descuidaste un segundo
y pude ver tu delicado cuerpecito:
una inquieta mancha amarilla y negra
entre las hojas de un árbol soleado,
celebrando la primavera.
Y me hiciste sonreír
pensando en qué pequeñas son
las cosas que contienen felicidad.

Vuelve a mi plaza, pajarillo esquivo.
Vuelve siempre que puedas.
Salta de un lado a otro para ocultarte
No nos importa que evites nuestras miradas
mientras despliegas el sonido de la alegría.


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