Despliegas tu voz cantarina desde las alturas y oigo tu música increíble en mil tonos alegres que algunos compositores han querido imitar logrando melodías geniales pero sin acercarse a tu vivaz belleza. Sé donde estás: tu canto te delata. Pero siempre te escapas cuando intento descubrir tu pequeña silueta tímida que juega conmigo al escondite entre las ramas de los árboles cotidianos. Por el suelo picotean las palomas los restos que encuentran. En los bancos, lejos de ellas, juguetean alegres los humildes gorriones lanzando sus agudos trinos. Pero tu cantas y te escondes como un bandido de la música viva. Ayer te descuidaste un segundo y pude ver tu delicado cuerpecito: una inquieta mancha amarilla y negra entre las hojas de un árbol soleado, celebrando la primavera. Y me hiciste sonreír pensando en qué pequeñas son las cosas que contienen felicidad. Vuelve a mi plaza, pajarillo esquivo. Vuelve siempre que puedas. Salta de un lado a otro para ocultarte No nos importa que evites nuestras miradas mientras despliegas el sonido de la alegría.
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