El otoño de hojas secas que se deshacen crepitando bajo las plomizas pisadas de una prolongada vida, a veces encierra en su interior burbujas de primavera. En el fondo del alma más cansada late la alegría de la infancia y la fuerza de la juventud aunque a veces el bosque del dolor, la amargura y los años, parezca ahogar ese grito de rebeldía. De pronto, un amigo. O dos. O diez. Y el alma da un salto mortal para llegar a ese tiempo en el que todo era esperanza porque aún no nos había dado tiempo a coleccionar cicatrices. Y nos zambullimos en la burbuja de nuestra primavera donde curamos nuestra heridas. Y nos reconciliamos con la alegría sin abandonar el mundo al que pertenecemos Allí encontramos troncos fuertes y flexibles con hondas raíces en los que apoyarnos cuando el viento arrecia para descansar dulcemente.
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