Rápidos,
juguetones
inseguros,
despreocupados.

Cruzan mi plaza
o se enredan caprichosos
entre sus baldosas
bajo el sol o los paraguas.

Corren con energía infantil
detrás de un balón futuro
o se arrastran como los años
resignados con su destino cierto.

Los míos van a ritmos cambiantes
como la música de mi vida
que a veces baila con la Flauta Mágica
y a veces se desgarra con Piano Man

Cuando el alma llora 
y los pasos vacilan 
bajo el peso 
de la mera existencia,

me tropiezo 
con algo bello
que me acecha
en el rincón menos esperado.

Cuatro notas en armonía,
un estallido de color,
una suave brisa,
un reflejo de atardecer.

Saben cómo saltar la barrera 
de las lágrimas pesadas
que emborronan 
mi mirada cansada

Y despertar
el dulce sueño
que sigue vivo
allá adentro.

Mis pies errantes
rectifican el rumbo
y toman decididos
el camino a casa,

donde habita 
mi único amor.
El que conoce
el secreto de mi alegría.











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