Camino despacio bajo el peso aplastante de mis perplejidades por mi senda cotidiana, con el piloto automático de la rutina mañanera en coordenadas fijas y sin plan de regreso. Me cruzo con desconocidos de caras familiares que van, como yo, a lo suyo con pasos decididos. Nos vemos cada día pero no nos miramos y evitamos el saludo que nos debemos. He tenido que esquivar a algún turista despistado que había perdido el rumbo y he torcido mi ruta. Así me he tropezado con tu pedestal cortándome el paso en medio de la plaza Hoy no me limito a rodearlo para enfilar mi pista. Elevo la mirada y me gano la primera sonrisa de la jornada. Esa que no he encontrado en los rostros de mis paisanos concentrados en componer una nueva jornada Me la das tu, señor de mi plaza desde tu gesto de bronce cálido y amable cercano y valiente. Me miro en tus ojos metálicos y veo al hombre humilde que me dice "¿De qué te preocupas?" "Une tu sonrisa a la mía busca la paz en tu corazón y podrás caminar alegre aunque el alma llore". (A san Francisco de Asís que da nombre a la plaza que inspira mis poemas y la preside con su efigie) "Camino despacio bajo el peso aplastante de mis perplejidades por mi senda cotidiana, con el piloto automático de la rutina mañanera en coordenadas fijas y sin plan de regreso. Me cruzo con desconocidos de caras familiares que van, como yo, a lo suyo con pasos decididos. Nos vemos cada día pero no nos miramos y evitamos el saludo que nos debemos. He tenido que esquivar a algún turista despistado que había perdido el rumbo y he torcido mi ruta. Así me he tropezado con tu pedestal cortándome el paso en medio de la plaza Hoy no me limito a rodearlo para enfilar mi pista. Elevo la mirada y me gano la primera sonrisa de la jornada. Esa que no he encontrado en los rostros de mis paisanos concentrados en componer una nueva jornada Me la das tu, señor de mi plaza desde tu gesto de bronce cálido y amable cercano y valiente. Me miro en tus ojos metálicos y veo al hombre humilde que me dice ¿De qué te preocupas? Une tu sonrisa a la mía busca la paz en tu corazón y podrás caminar alegre aunque el alma llore. (A san Francisco de Asís que da nombre a la plaza que inspira mis poemas y preside con su efigie) "Camino despacio bajo el peso aplastante de mis perplejidades por mi senda cotidiana, con el piloto automático de la rutina mañanera en coordenadas fijas y sin plan de regreso. Me cruzo con desconocidos de caras familiares que van, como yo, a lo suyo con pasos decididos. Nos vemos cada día pero no nos miramos y evitamos el saludo que nos debemos. He tenido que esquivar a algún turista despistado que había perdido el rumbo y he torcido mi ruta. Así me he tropezado con tu pedestal cortándome el paso en medio de la plaza Hoy no me limito a rodearlo para enfilar mi pista. Elevo la mirada y me gano la primera sonrisa de la jornada. Esa que no he encontrado en los rostros de mis paisanos concentrados en componer una nueva jornada Me la das tu, señor de mi plaza desde tu gesto de bronce cálido y amable cercano y valiente. Me miro en tus ojos metálicos y veo al hombre humilde que me dice "¿De qué te preocupas?" Une tu sonrisa a la mía busca la paz en tu corazón y podrás caminar alegre aunque el alma llore. (A san Francisco de Asís que da nombre a la plaza que inspira mis poemas y preside con su efigie) "Camino despacio bajo el peso aplastante de mis perplejidades por mi senda cotidiana, con el piloto automático de la rutina mañanera en coordenadas fijas y sin plan de regreso. Me cruzo con desconocidos de caras familiares que van, como yo, a lo suyo con pasos decididos. Nos vemos cada día pero no nos miramos y evitamos el saludo que nos debemos. He tenido que esquivar a algún turista despistado que había perdido el rumbo y he torcido mi ruta. Así me he tropezado con tu pedestal cortándome el paso en medio de la plaza Hoy no me limito a rodearlo para enfilar mi pista. Elevo la mirada y me gano la primera sonrisa de la jornada. Esa que no he encontrado en los rostros de mis paisanos concentrados en componer una nueva jornada Me la das tu, señor de mi plaza desde tu gesto de bronce cálido y amable cercano y valiente. Me miro en tus ojos metálicos y veo al hombre humilde que me dice ¿De qué te preocupas? Une tu sonrisa a la mía busca la paz en tu corazón y podrás caminar alegre aunque el alma llore. (A san Francisco de Asís que da nombre a la plaza que inspira mis poemas y preside con su efigie)
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