Como niños traviesos juegan al escondite con las emociones Esperan agazapados bajo un banco rojo o detrás de una verja de mi vieja plaza llena de vida y de ilusiones. Asaltan la mente como maleantes sin pedir permiso. Y hieren el corazón con la puntería de Guillermo Tell. Un sonido, una sonrisa, la brisa fresca en la cara, y los recuerdos que creíamos muertos despiertan de repente devolviendo amores, encuentros y despedidas con una actualidad palpable, actual y sangrante. Ayer creí oir las primeras notas de una melodía y me paré en seco herida en el alma cuando cruzaba mi plaza. Unas lágrimas dulces inundaron mis ojos como hace 20 años. Me pareció oir la última canción que me cantó mi padre dulcemente tres días antes de irse para siempre. "No te olvides de mi," decía su tonada, "mi vida está ligada a ti." No te he olvidado. ¿Cómo podría hacerlo? Estás esculpido en mi alma. Y esos recuerdos tuyos que viven conmigo me acompañan a cada paso.
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