Te debo el amor a la belleza que ha salvado mi alma herida por muchas derrotas en la tristeza suavizadas por tu sabiduría. Me recogiste del fango absurdo sin reproches, con alegre sorpresa, aunque me resistí terco y rudo, pero tus ojos cobraron su presa. Tu iris, azul como tu bahía, bañó de paz los tormentos sufridos para descansar en la alegría. Incluso cuando cerré tus párpados, su brillo no me dejó suspendido en las tinieblas de los abandonados. ©Olga Brajnović 18-4-2023
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