Cargamos como bestias
con el dolor que nos ataca
al cuerpo o al alma
y doblamos la testuz
mirando al suelo
de polvo y piedra
para tirar hacia el frente
pensando
que nadie puede entender
nuestra pena.
Y como nosotros
millones alrededor del globo,
arrastran sus fardos,
algunos tan crueles
que les aplastan.
Guerras, violencia,
no abandonan
el devenir
de la humanidad
por mucho
que las odiemos.
No es cierto
que a nadie le importe
la pasión de los inocentes.
Un ángel llora
en el cielo
por las vidas
que nunca debieron
desangrarse.
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