No he podido resistirme a tu llamada potente, tentadora, como canto de sirena, que me invita a lanzarme a tus brazos y dejarme envolver por tus olas que bullen en mi sangre. Toda la historia de mi linaje está vinculado a tu espacio de luz brillante y agua azul zafiro y cuando vuelvo a ti, como hijo pródigo me asombro de mi vida tierra adentro. En ti descansan mis ojos y mi alma. Tu orilla me encadena a la añorada costa de mis queridas islas y calas adriáticas bañadas por tus mismas aguas cargadas de historia, dramas y encuentros. Mis cuerpo mojado, hijo del exilio llora por las tragedias de los que todavía huyen buscando una vida en paz surcando tus rutas a veces traicioneras. Mis ojos cansados escrutan el horizonte en busca de recuerdos felices de los años dulces con quienes me enseñaron a amar esta masa de agua y salitre que encierra en ella tantas penas y alegrías. No quiero ser un Homero buscando su Itaca. Pero cada vez que vuelvo a tus orillas añoro las costas de mi tierra y me pregunto si la vida algún día me llevará hasta allí en un bucle inesperado. Buenas noches, mar de mi vida y mi nostalgia. Dentro de poco volveré a mi puesto tierra adentro y seguiré asombrándome de mi vida sin ti mientras me alegro con las risas de los niños que juegan en el parque de mi plaza.
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