A veces me siento hiedra
trepando hoja a hoja
por un muro gris
enorme.

Hasta en la roca más dura
con la que tropiezo
al final encuentro
una pequeña hendidura.

Allí hundo mis débiles raíces
para seguir viviendo
y buscando las alturas
que se me hacen inalcanzables.

Ardo con el sol,
Tiemblo con el viento,
Brillo empapada en tormenta,
Despliego los colores del año.

Lloro lágrimas de lluvia
y de pena.
Me sonrojo con anhelos
otoñales.

Y aunque se empeñen
en hacerme mirar al suelo
para perderme en el vértigo
del miedo al fracaso,

yo sigo plantando
mis pequeñas raíces
para seguir escalando 
la pared en la que habito.

A veces los temporales
me hacen retroceder
o el invierno
desnuda el manto que he tejido.

Entonces me siento débil.
Pero no es extraño: lo soy.
Mis cuerpo está hecho
de simples hojas.

No desisto:
doy un paso más hacia lo alto.
Y allá arriba, si continúo, 
algún día sobrepasaré mi muro.

Mis hojas temblorosas
se asomarán para ver
las maravillas
que esperan al otro lado.

Ya no podré seguir pegada a la roca.
no tendré donde apoyar mis pies.
El muro se habrá agotado.
Pero yo seguiré viva. 









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