A veces me siento hiedra trepando hoja a hoja por un muro gris enorme. Hasta en la roca más dura con la que tropiezo al final encuentro una pequeña hendidura. Allí hundo mis débiles raíces para seguir viviendo y buscando las alturas que se me hacen inalcanzables. Ardo con el sol, Tiemblo con el viento, Brillo empapada en tormenta, Despliego los colores del año. Lloro lágrimas de lluvia y de pena. Me sonrojo con anhelos otoñales. Y aunque se empeñen en hacerme mirar al suelo para perderme en el vértigo del miedo al fracaso, yo sigo plantando mis pequeñas raíces para seguir escalando la pared en la que habito. A veces los temporales me hacen retroceder o el invierno desnuda el manto que he tejido. Entonces me siento débil. Pero no es extraño: lo soy. Mis cuerpo está hecho de simples hojas. No desisto: doy un paso más hacia lo alto. Y allá arriba, si continúo, algún día sobrepasaré mi muro. Mis hojas temblorosas se asomarán para ver las maravillas que esperan al otro lado. Ya no podré seguir pegada a la roca. no tendré donde apoyar mis pies. El muro se habrá agotado. Pero yo seguiré viva.
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