Me han dicho
que ya es tarde
para olvidar
y mirar sin pesares
al horizonte.

Pero yo me resisto
a vivir de continuo
en el fondo
del valle oscuro
sin buscar las cimas

desde donde he visto
panoramas abiertos
que siguen vivos
como el mar
en mis anhelos.

Necesito una mano amiga
que empuje el columpio
de mi devenir cansino
con la suficiente fuerza
para subir de nuevo.

Volveré a caer, lo sé.
Pero también estoy segura
de que el vaivén
no se detendrá 
y regresaré a las alturas.

Como el chiquillo
que grita mientras se mece:
¡más fuerte! ¡más!
Así clamo yo en busca
de la alegría escondida

detrás de cada pico
que alcanzo 
gracias a tí:
la mano que empuja 
el columpio de mi historia.

Un día
-aún no se cuándo-
dejaré de balancearme
y saltaré al suelo para buscarte
y fundirme contigo.

Entonces 
Ya no habrá 
voces agoreras
ni necesitaré
perseguir a la alegría.






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