Me han dicho que ya es tarde para olvidar y mirar sin pesares al horizonte. Pero yo me resisto a vivir de continuo en el fondo del valle oscuro sin buscar las cimas desde donde he visto panoramas abiertos que siguen vivos como el mar en mis anhelos. Necesito una mano amiga que empuje el columpio de mi devenir cansino con la suficiente fuerza para subir de nuevo. Volveré a caer, lo sé. Pero también estoy segura de que el vaivén no se detendrá y regresaré a las alturas. Como el chiquillo que grita mientras se mece: ¡más fuerte! ¡más! Así clamo yo en busca de la alegría escondida detrás de cada pico que alcanzo gracias a tí: la mano que empuja el columpio de mi historia. Un día -aún no se cuándo- dejaré de balancearme y saltaré al suelo para buscarte y fundirme contigo. Entonces Ya no habrá voces agoreras ni necesitaré perseguir a la alegría.
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