Baltasar en la esquina

Baltasar en la esquina

cuento navideño no apto para menores de 10 años

-¿Que Abdul está confinado?, exclamó Ángel, medio vestido de Melchor, horrorizado.
-Lo que oyes. Tiene Covid y está encerrado en casa, contestó Fernando, dispuesto a colocarse la barba de Gaspar.
-¡Pero que salimos en dos horas y necesitamos a Baltasar!. Sin Baltasar no hay cabalgata. Y hay miles de niños esperando.
-Dejádmelo a mi, terció Aitor, el encargado de los trajes. Vosotros preparadlo todo y yo os traigo a Baltasar en menos de una hora.
-Cuidadito con lo que haces, que te conocemos, Aitor, dijo Fernando.
-Déjalo. No tenemos tiempo de andarnos con remilgos, le frenó Ángel.


Thomas estaba sentado en su esquina con su vaso de cartón vacío, aterido de frío, viendo pasar el trasiego de padres con niños alborozados que se dirigían a la calle principal de la ciudad a coger sitio para ver bien a los Reyes Magos.

Él no sabía por qué pasaban tantos niños ni por qué había tantas risas.

Hacía apenas dos meses que había llegado a esa localidad, después de una travesía suicida por el Mediterráneo desde Libia, una fuga de un campo de refugiados de Italia y un viaje no apto para cardíacos atravesando Francia hasta llegar al norte de España.

Apenas podía alimentarse y se pasaba el día en la calle intentando reunir unas monedas para conseguir comida.

Su esquina estaba debajo de la casa de Aitor, que le daba un euro al salir de y otro al volver y de vez en cuando se paraba, hablaba con él a base de señas y le enseñaba alguna palabra nueva en castellano.

Aquella tarde, Aitor no se lo pensó dos veces: se fue directo a la esquina y le dijo al mendigo: Thomas, te ha tocado la lotería: vas a ser rey.

El joven africano no entendió ni una palabra pero se dejó llevar. Aitor le subió a su casa, le invitó a comer y a asearse y por señas le explicó que debía ir a encontrarse con muchos niños, sonreir, abrazarlos y decirles las palabras bonitas que había aprendido.

Thomas se reía al ver gesticular al hombretón que intentaba explicarle lo inexplicable. Y su cara se transformó. Aitor vio a Baltasar en él. Le puso el traje de Rey Mago y a Thomas se le iluminó aún más el rostro de ébano.
Cuando llegaron al lugar donde comenzaba la cabalgata todos se quedaron asombrados.

-¿De dónde has sacado a Baltasar?, preguntó Ángel.

-¡Ah! Los Reyes son Magos, dijo Aitor.

Thomas miraba asombrado a su alrededor. Aitor le subió a la carroza y comenzó la cabalgata. Al ver a los niños el joven mendigo se transformó en Baltasar. No hubo que explicarle qué tenía que hacer. Lo sabía. Irradiar alegría repartir cariño y decirles a los niños con su acento exótico las pocas palabras bellas que sabía en castellano.

De sus grandes ojos caían lágrimas de felicidad al ver la ilusión en las indescriptibles miradas de los pequeños. Repartió caramelos, dulzura y cariño y el final del recorrido durante el que todos le ovacionaban y le miraban con ojos ilusionados se le hizo demasiado repentino.

Los Reyes Magos se fueron a tomar algo para descansar y felicitaron a Baltasar por su buen trabajo. Él sonreía, pero un peso le lastraba el corazón.
Se acabó su reinado y su mundo volvería a ser una fría esquina con un vaso de cartón vacío.

Se quitó la corona y se levantó para marcharse.

-¿A dónde vas?, preguntaron todos a coro

-Mi esquina.

Los demás miraron a Aitor, mientras Thomas se alejaba.

-Si, es un mendigo, pero es mi amigo.


Acurrucado en su esquina, Thomas veía pasar a Reyes Magos yendo de casa en casa para repartir regalos en la noche y se sintió muy triste. Los niños que le habían abrazado unas horas antes estaban con sus padres en sus hogares disfrutando de la magia de la noche. Él no tenía casa ni amigos. Los transeúntes que horas antes le aplaudían y le contemplaban emocionados, apenas se atrevían a mirarle. Su reinado había durado un suspiro. Ahora volvía a estar en el subsuelo del mundo

De pronto algo oscureció la luz de la farola de su esquina. Alzó la mirada y allí estaban Melchor, Gaspar y Aitor sosteniendo el traje de Baltasar.

-¿Creías que te íbamos a dejar tranquilo tan pronto? Esta noche nos has salvado. Ahora nos toca salvarte a ti.

Espacio para ideas y comentariosCancelar respuesta

Descubre más desde Desde la plaza de san francisco

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Salir de la versión móvil