Las miradas errantes 
pueden encontrar 
realidades viles 
o sorpresas bellas

y entretenerse
en las que desee
el corazón que las lanza
de un lado a otro

La vida está hecha, 
como un jardín,
de flores y fango
diversos pero atados.

Hay quien sólo ve 
el barro que mancha
la suela de sus zapatos.
A mí me llaman los colores
de las flores alegres.

Cuando elevo la mirada
sobre los tejados 
de mi vieja plaza
no veo antenas y tuberías
sino arabescos de hierro
forjado quién sabe cuando.

Nadie se asoma ya por la barandilla.
fundida con arte y delicadeza.
Quizá nadie lo hizo jamás.
Pero es bella como la veleta
que corona su estructura,
recortada contra el cielo azul zafiro.

Y así reina sobre los tejados
sin importarle si alguien 
repara o no en ella,
como todas las cosas bellas.


 

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