Todas las tardes espero en la frontera de la Calle Nueva como una madre joven a la puerta de las escuelas Pero a mí ya me han caído muchas nevadas sobre mi cabeza gris y ahora me ocupo de la tercera infancia Y mientras algunos padres curzan la plaza con sus niños a hombros, yo extiendo mi brazo aún firme, para sostener el andar cansino de una anciana. Igual que los niños ella vive en su mundo de visiones primeras donde todo es inocente y nuevo y canta alegre. Pero a veces se choca con la vida en la que nunca faltan las tragedias superadas que se le hacen nuevas...y sufre. ¡Qué daría yo por borrar esa pena cuando siento el peso de su brazo en el mío al cruzar la plaza! Buenas tardes, fantasías de niños y ancianos que corréis o paseáis por mi plaza. Quiera Dios que seáis inocentes y hermosas y que llenéis de alegría los corazones nuevos y viejos. Sin dejar espacio a la tristeza y espantando la amargura.
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