No hay escapatoria
para mi anhelo de olvido.
La noche se empantana
en oscuros sollozos,
y yo no puedo escapar
a su inacabable lamento
Las horas son siglos
de ansia ciega.
El reloj frenado
se ríe de mi derrota,
y yo recaigo incrédulo
en sus dígitos paralíticos.
Amplificados por el silencio,
los sonidos de la noche
no arrullan el alma,
sino que la exasperan.
Y yo aúllo a la luna
que no me canta una nana.
A mi lado tu duermes
en una plácida inconsciencia
que te pinta fantasías
amables y fugaces.
Y yo sacio mi sed de sosiego
en tus ojos cerrados y serenos
Paso de puntillas
por las tinieblas que me matan
para no deshacer
la magia de tu sueño.
Y yo me alejo hacia la luz tenue
de mi linterna temblorosa
a esperar el día.