A miles de kilómetros
tu mirada se apaga
cansada de tanto dolor
y yo no puedo
acariciar tus mejillas
para que sientas mi adiós.
Hace ya muchos años
que a tus ojos azulados
se les acabaron las lágrimas
por los muertos en guerras
y perdidos en el exilio
a los que tanto amaste.
Naciste en una tierra
hermosa, pero herida
por incomprensibles disputas
traducidas en sangre
que es el precio del odio
y la violencia sinsentido;
Un paraje de rocas afiladas
y mar cristalino
donde la belleza serena
convive con las tempestades
y la tierra tiembla
en devastadores seísmos.
Sobreviviste en silencio
con una sonrisa
y una palabra amable
para todos
los que se acercaban
a las ruinas de la que fue tu casa.
No te importaba
la denominación de origen
de quienes entraban
entre tus cuatro paredes
a pesar de las tragedias
que marcaron tu vida
por culpa de sus luchas mortales.
Llevabas la paz en tu nombre
y en tu vida ausente de odio,
regalándola
a quien quisiera tomarla
con un vasito de rakia
y unas galletas recién hechas.
Así te recordaré
cuando me llegue
la llamada
que temo,
y me despida de tí
desde la lejanía.
(A mi tía Mira Tomić de Dobrota (Kotor))
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