Estoy en deuda contigo
desde que me viniste a buscar
al escondite de mis inseguridades
y me hiciste salir
al mirador de los horizontes amplios.
Cuatro paredes blancas
encerraban mi comodidad artificial,
mientras soñaba hojas verdes
y flores de colores
que creía inalcanzables.
Me calzaste los zapatos
de las direcciones prohibidas
y exploramos los paisajes familiares
con los ojos recién lavados
por la emoción de la aventura.
Y cuando volví a mi guarida
ya no me vi encerrada
entre muros de cal,
sino rodeada
de lienzos por pintar.
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