Suena el rugido de los motores
horadando el asfalto negro
mientras yo aguzo el oído
para escuchar un delicado trino
colgado de una rama quebrada.
Me sobrepasan a empujones
caminantes envueltos en prisas
hablando solos a sus auriculares
mientras yo intento contar historias
a viva voz, tranquilamente, para mis amigos.
Brillan las pantallas de colores
mientras yo paso las hojas de papel
al ritmo pausado de los árboles
que se escapan al otro lado
de las ventanillas del tren.
Llevo en el alma las heridas
que dejaron a su paso
las burlas y los golpes
de los que querían imponer
rutas uniformes.
Pero como la hoja verde pálida
que emerge, terca,
en un campo de hiedra oscura,
de alguna forma,
que aún no logro explicarme,
he sobrevivido en mi rebeldía.
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