El otoño de hojas secas
que se deshacen crepitando
bajo las plomizas pisadas
de una prolongada vida,
a veces encierra en su interior
burbujas de primavera.

En el fondo del alma más cansada
late la alegría de la infancia
y la fuerza de la juventud
aunque a veces el bosque
del dolor, la amargura y los años,
parezca ahogar ese grito de rebeldía.

De pronto, un amigo. O dos. O diez. 
Y el alma da un salto mortal
para llegar a ese tiempo 
en el que todo era esperanza
porque aún no nos había dado tiempo 
a coleccionar cicatrices.

Y nos zambullimos en la burbuja
de nuestra primavera 
donde curamos nuestra heridas.
Y nos reconciliamos con la alegría
sin abandonar el mundo 
al que pertenecemos

Allí encontramos troncos fuertes
y flexibles
con hondas raíces
en los que apoyarnos
cuando el viento arrecia
para descansar dulcemente.

 





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