Rápidos, juguetones inseguros, despreocupados. Cruzan mi plaza o se enredan caprichosos entre sus baldosas bajo el sol o los paraguas. Corren con energía infantil detrás de un balón futuro o se arrastran como los años resignados con su destino cierto. Los míos van a ritmos cambiantes como la música de mi vida que a veces baila con la Flauta Mágica y a veces se desgarra con Piano Man Cuando el alma llora y los pasos vacilan bajo el peso de la mera existencia, me tropiezo con algo bello que me acecha en el rincón menos esperado. Cuatro notas en armonía, un estallido de color, una suave brisa, un reflejo de atardecer. Saben cómo saltar la barrera de las lágrimas pesadas que emborronan mi mirada cansada Y despertar el dulce sueño que sigue vivo allá adentro. Mis pies errantes rectifican el rumbo y toman decididos el camino a casa, donde habita mi único amor. El que conoce el secreto de mi alegría.
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