Las miradas errantes pueden encontrar realidades viles o sorpresas bellas y entretenerse en las que desee el corazón que las lanza de un lado a otro La vida está hecha, como un jardín, de flores y fango diversos pero atados. Hay quien sólo ve el barro que mancha la suela de sus zapatos. A mí me llaman los colores de las flores alegres. Cuando elevo la mirada sobre los tejados de mi vieja plaza no veo antenas y tuberías sino arabescos de hierro forjado quién sabe cuando. Nadie se asoma ya por la barandilla. fundida con arte y delicadeza. Quizá nadie lo hizo jamás. Pero es bella como la veleta que corona su estructura, recortada contra el cielo azul zafiro. Y así reina sobre los tejados sin importarle si alguien repara o no en ella, como todas las cosas bellas.
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