No voy a escribir un poema sino un breve comentario.
He pasado la mañana del 13 de julio de 2023 en mi plaza, observando el ir y venir de cientos de familias con niños, peñas con sus charangas, bandas de gaiteros y txistularis.
Al pie de la fachada de las escuelas, estaba preparado el encierro infantil con los toros artificiales sobre ruedas llevados por voluntarios.
Los organizadores tenían montado un puesto con periódicos enrollados que han entregado a los mini corredores y un panel con una reproducción de la cancela de San Fermín con los pañuelos de las peñas.
Les han enseñado a los niños a calentar para la carrera, a cantar al santo para pedir su protección y luego se han puesto a perseguirlos con los toros de mentira, que han propiciado carreras de verdad. Los pequeños corredores y sus padres lo han pasado en grande. Y los que estábamos en la plaza también.
Luego ha venido la música. Una banda por aquí, peñas por allá, gaiteros, grupo de tambores y txitus por la otra esquina, gaiteros por la calle a mi espalda,
Un hombre de 87 años de inmaculado blanco con su pañuelo y su faja y sus alpargatas con cintas rojas apoyado en su andador no ha podido aguantar y se ha puesto a bailar al son de la música que llevaba dentro y escuchaba por fuera.
Es el espíritu de esta singular fiesta, resumido en una mañana en mi plaza, naciendo en la mirada tierna de los más pequeños, que vibran con energía nueva y brotando en alegría desbordante hasta en los más mayores que han visto pasar tantos Sanfermines, pero ninguno les deja de hacer saltar el corazón en un mar de emociones.
